16 años tenía cuando me perdí en la India. Yo era el típico chaval engreído y apático que piensa que por el sólo hecho de haber nacido todo el mundo está en deuda con él. Un niño de papá maleducado y seguramente predestinado a fracasar en la vida y crear grandes disgustos a sus seres más queridos. Pero entonces sucedió…
Fue un viaje extraño a la exótica India. El sueño de mis padres y la razón de mi enfado, pues me obligaron a acompañarles. «Se trata de una experiencia única y apasionante, que nunca olvidarás,» me dijeron. Pero no les creí. Me parecía un país sucio, maloliente y desagradable. Una pérdida de tiempo.
Como el adolescente tonto y malcriado que era, me propuse arruinarles las vacaciones. Tenía que vengarme como fuera. Me habían robado dos semanas de verano en las que podría estar en la piscina con mis amigos, jugando a videojuegos o simplemente descansar tumbado a la bartola.
Mi venganza fue tan estúpida como irresponsable. Pensaba escaparme unas horas. Darles un buen susto y que se arrepintieran de haberme obligado a viajar con ellos. Ni siquiera lo pensé. Se me ocurrió de repente. De camino a unos templos me bajé del autobús cuando nadie me miraba y allí me quedé mirando como un bobo alejarse al autobús.
Cuando miré alrededor me entró el pánico. Enseguida me di cuenta de que sólo era un indefenso niño de ciudad en medio de un poblado lleno de gente exótica de todo tipo. Intimidantes hombres de largas barbas y turbantes de colores que me escudriñaban de arriba abajo. Individuos semi desnudos que marcaban las costillas a cada paso y me sonreían con una oscura boca desdentada y hambrienta.
Sentí el miedo como nunca lo he sentido. Los latidos de mi corazón golpeando salvajemente el pecho. El sudor bajando por la espalda y cayendo sobre las piernas. El cabello erizado y la mirada vacía, mientras el sol me acribillaba de frente, machacándome aún más y jactándose de mi fatal destino.
Pensé que nunca volvería a la civilización. Que vagaría por el resto de mis días de aldea en aldea buscando la manera de volver a España. Suplicando comida y agua a las ancianas. Arrastrándome por el suelo y alimentándome de gusanos y moscas, el mejor de los casos. Hasta que algún campesino decidiera convertirme en su esclavo y tras encadenarme, me obligase a trabajar en un campo de arroz todo el día sin descanso hasta desfallecer.
Eché a correr desesperado. Perdí la noción del tiempo. Durante horas deambulé de un lado para otro como un demente, hasta que algo extraordinario sucedió. Envuelto en las primeras brumas de la noche escuché una música arrebatadora entre los árboles. Timbales, cascabeles, cuencos… No sabría decir qué instrumentos sonaban, pero el sonido era alegre y sensual. Mágico, estrepitoso y especial.
Me envolvió la música como un círculo de fuego. Quemándome las entrañas y anulando mi voluntad. No entendía nada y estaba solo, pero entonces lo vi y todo mi mundo se desmoronó para siempre. Fue apenas unos segundos en los que se paró el tiempo. Una figura humana se me mostró flotando en el aire y sonriendo.
Pero no era humana. Su cabeza era de elefante y me miraba sonriente mientras sus cuatro brazos danzaban al unísono haciendo gala de una sorprendente coordinación. A pesar del rostro animal yo nunca había visto algo tan bello y maravilloso. Una extraña paz me inundó de repente y sentí su presencia en mi interior. En cada poro de mi piel.
En apenas milésimas de segundos experimenté una clarividencia casi infinita. Desapareció el temor y volví a nacer. El mundo se me antojó pequeño y todos los seres vivos éramos parte de un organismo vivo gigantesco del que yo también formaba parte.
No espero que nadie crea mi historia. A veces ni yo mismo la puedo creer. Pienso que quizás fue fruto del terror, el calor y la desorientación. Una ensoñación extraña de un asustado niño delirante que sufrió alucinaciones en la oscuridad de un bosque… Quien sabe… Qué importa.
Pero hay algo que sí que sé. Mi vida ya no volvió a ser la misma. Me apasioné por la filosofía Zen y el Budismo. Incluso llegué a pasar algunos meses recluido en un templo budista con sus monjes. He viajado innumerables veces a la India y esta web es un intento de ayudar a los demás.
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Soy Marcos y gracias al budismo aprendí a conocer la mente y adquirí una visión más profunda de lo que somos y hacia dónde vamos. Espero resolver tus dudas y que aprendas un poco más de este maravilloso mundo lleno de magia, espiritualidad y paz. Si tienes alguna consulta estaré encantado de ayudarte.